Una reflexión sobre la voz y la comunicación, sobre la arqueología de un pasado remoto que es nuestro presente y sobre la evolución futura de la especie
Una metáfora lúcida e inquietante sobre el futuro de la especie humana que nos hace reflexionar sobre las consecuencias del cambio climático y las nuevas tecnologías
«Seguís inhalando y expirando, y a través de la repetición todo se oxida. Es claridad lo que buscáis: querríais que las cosas no se degradasen.
Que estuviera todo dicho y no hubiera lugar para lo no dicho en vuestras vidas. Para eso habría que agotar el instante y, una vez exprimido al máximo, detener el tiempo. ¿Pero qué haríais en un momento suspendido en el que no pudierais serviros de trucos: ni voz, ni eco, ni luz, ni historias? Lo eterno os viene grande.»
Umbra transcurre en un futuro en que los humanos ya no pueden emitir sonidos y el planeta ha quedado dividido en una región de luz y otra –llamada Umbra– de sombra.
Los ecos de las voces de nuestro presente se fosilizaron en un mineral llamado «ecoral», que es la principal fuente de energía. Las clases altas rompen fragmentos de mineral para liberar el eco prisionero que suena una última vez antes de desaparecer. Pero el mineral escasea, por eso gran parte de la población de Umbra vive privada de voz y entre tinieblas, comunicándose de manera táctil.
¿Cómo sobreponerse a ello? ¿Cómo reconstruir nuestra voz en un mundo de silencio y la oscuridad?